- Tú y yo somos amigos, ¿verdad?
- Sí, Miguel.
- Entonces puedo decirte casi cualquier cosa sin que te enfades.
- Claro que puedes. Para esto están los amigos, para ser sinceros.
- Gracias. Pero quiero que me garantices que no te vas a enfadar.
- Joder, Miguel. Te estás poniendo pesado. ¡Suéltalo ya!
- Quería decirte: QUE ME LLAMO CARLOS.
Sí que debe de ser una gran virtud esto de la paciencia.
ResponderEliminarMuy divertido.
Un abrazo.