Solía estar sentado frente a la ventana, siempre le gusto su mesa frente a aquel árbol que plantó hace ya muchos años y aún seguía creciendo.
Acababa de anunciar a su hijo que estaba a punto de acabar la novela.
Llegaba el final de un sueño de hace mucho mucho tiempo.
Escribió la última palabra, sonrió, puso el punto y llego el final.
El bienestar de la tarea cumplida y el goce de crear, unidos. Qué enorme satisfacción, no?
ResponderEliminarBreve e intenso Rufino. En realidad es una larga historia, en que está sobrentendido el esfuerzo y dedicación que requiere una novela.
ResponderEliminarAhora viene la segunda parte, la que todo escritor espera pacientemente, que pocas veces llega, y algunas reconforta el esfurzo realizado.
Un saludo Rufino