lunes, 9 de agosto de 2010

Fantasmas.

El niño agarró muy fuerte la mano de su mamá.

Abrieron, con cuidado, el armario y con una linterna enfocaron en su interior. Removieron prendas y retiraron una manta. Nada.

Miraron debajo de la cama, sacaron un par de cajas de zapatos. Nada.

La madre sonrío. El niño respiró tranquilo.

Se soltaron de la mano y su fundieron en un fuerte abrazo, un dulce beso y un "buenas noches".

Tras arroparla, el niño salió de la habitación. Contento al haberle demostrado que él no existía.

2 comentarios:

  1. En ocasiones, las personas adultas necesitamos de la inocencia de la niñez para no temer a nuestros fantasmas.

    Un beso que juega al escondite

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  2. ¿Él no existía o no estaba?
    Bonito cuento.
    Un abrazo.

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