El niño agarró muy fuerte la mano de su mamá.
Abrieron, con cuidado, el armario y con una linterna enfocaron en su interior. Removieron prendas y retiraron una manta. Nada.
Miraron debajo de la cama, sacaron un par de cajas de zapatos. Nada.
La madre sonrío. El niño respiró tranquilo.
Se soltaron de la mano y su fundieron en un fuerte abrazo, un dulce beso y un "buenas noches".
Tras arroparla, el niño salió de la habitación. Contento al haberle demostrado que él no existía.
En ocasiones, las personas adultas necesitamos de la inocencia de la niñez para no temer a nuestros fantasmas.
ResponderEliminarUn beso que juega al escondite
¿Él no existía o no estaba?
ResponderEliminarBonito cuento.
Un abrazo.