Desde que nos fuimos a vivir juntos, ella me pidió un cuento cada noche antes de dormir.
Al principio era un gran ritual, a media luz, esperaba sentada en la cama mientras yo me terminaba de aprender el cuento que llevaba todo el día preparando para aquella ocasión.
Rara vez nos saltamos ese rito.
Poco a poco llegaron más muebles a casa y más acomodamiento y con él la televisión así que si había serie interesante el ritual tenía que durar menos ya que al día siguiente había que trabajar.
Al final había algún día que la película diaria terminaba muy tarde y acumulábamos los cuentos para el fin de semana.
Poco a poco se fue acabando el tiempo que dedicábamos a los cuentos. Bueno, a los cuentos no, a las historias ya que aún nos seguimos acostando cada noche dándonos un beso y con un ritual: "te quiero".
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