Érase una vez un niño que era feliz mirando al cielo
estrellado. Esperaba encontrar un platillo lleno de extraterrestres que le
alejara de aquella casa, que le llevase lejos de aquellos gritos.
Una noche pasó una estrella fugaz y rápidamente pidió un deseo, aunque pensaba que sólo se cumplían en los
cuentos que le contaba su abuelo cuando era pequeño. Ahora vivía con papá y no
tenía tiempo de contarle cuentos, estaba siempre pegado al ordenador y al
teléfono.
El niño estaba muy cansado, y se fue a la cama soñando con
su deseo, soñando que se hacía realidad.
Su padre le dio un beso para despertarlo. Hacía mucho tiempo
que eso no pasaba. Tanto que no recordaba un momento como ese. El niño sonrío.
El desayuno estaba más rico que nunca y su padre le llevó al
cole porque ese día no tenía que trabajar. Era el niño más feliz del mundo.
El día en el cole se le hizo largo, las horas en el reloj
iban a paso de tortuga. Cuando sonó la sirena para salir, allí estaba de
nuevo su padre que le llevó a comer a un parque, un bocadillo a la sombra de un
árbol. La comida favorita del niño.
Luego jugaron a mil cosas: al pilla-pilla, a tula, a buscar
el tesoro, a seguir las huellas de los animales, a tirar piedras a un charco,…
Para acabar, su padre le sorprendió con un viaje. Iban a
montar en avión. Era la primera vez que montaba en avión, era la primera vez
que se divertía con su papá. En pleno vuelo, su padre le dio un paracaídas,
iban a saltar los dos juntos. Tuvo miedo
pero con su padre, con este padre, todo era divertido así que se colocó su
paracaídas y, sin dudarlo, saltaron los dos de la mano.
Era feliz, volaba y estaba con su padre. Era su deseo hecho
realidad, un día de felicidad con su padre, al menos un día de felicidad con su
padre.
Su padre gritó: “ahora”. Él tiró de la anilla pero el
paracaídas no se abrió. La voz sonaba más fuerte “ahora”. Llegaba al suelo,
“ahora”, el golpe era inminente, “ahora”. Estaba a dos milímetros de la tierra y notó el golpe.
Abrió los ojos, la mano de su padre se alzaba delante de su
cara, a apenas dos milímetros. “Levántate ya. Ahora”.
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