Cuando le conocí pensaba que pintaba a aquella mujer porque era la mujer de su vida.
Cuando conocí a a su mujer, creí que podría ser su amante; ya que aquella no se parecía en nada.
Cuando conocí a su amante, pensé en la mujer de sus sueños.
Pero al poco descubrí la verdad. Siempre pintaba a la misma mujer, no porque la amara, era más simple: había comprado una plantilla barata.
muy bueno, tienes material de sobra para cuentos en dos suspiros
ResponderEliminarAy... que simple es la realidad, y que maravilloso es el mundo de la imaginación!
ResponderEliminarUn abrazo, Rufino.